miércoles, 2 de marzo de 2011

Las pirámides de Gizeh

“Todo el mundo le teme al tiempo, pero el tiempo le teme a las Pirámides”











La llegada a Gizeh es un espectáculo que cautiva a cualquier turista. Allí, frente, a esas tres pirámides, frente a la Esfinge, uno no puede más que dar la razón a quienes, años antes, pusieron su pie en esa misma necrópolis para admirarla. No es de extrañar la fascinación de Herodoto, quien escribió que Keops había dejado tras de sí toda una obra colosal; o de Diodoro, uno de los famosos historiadores de la Antigüedad, o de personajes más modernos como el propio Napoleón Bonaparte. Las Pirámides de Keops, Kefrén y Micerinos, son hoy día, una visita emblemática, no sólo en Egipto, sino en el mundo entero, y además, la única de las consideradas 7 maravillas del mundo que aún sigue intacta.

Gizeh es el nombre que se le da a la meseta, de casi dos mil metros cuadrados, de la necrópolis de El Cairo, donde se levantan majestuosas las tres pirámides: la de Keops, la de Kefren y la de Micerinos. Junto a ellas, contemplando el paso del tiempo, la enigmática Esfinge. Junto a la pirámide de Micerinos, otras tres pequeñas pirámides se sitúan alrededor…

La pirámide de Keops
… pero remontémosnos a su época, el año 2750 a.C., en que Imhotep, famoso arquitecto, levantó la que sería la primera pirámide que se conoce: la de Zóser, en Sakkara, muy cerca del Cairo. Menos de dos siglos después, el faraón Keops encargó la construcción de una pirámide donde ser enterrado. Gracias a Herodoto, podemos saber el tiempo que duró su construcción, 20 años, y el modo en que se hizo. Esta pirámide es la más grande de las tres. Originariamente, medía 146 metros de altura, pero hoy día, sólo alcanza los 137 metros. Además, ha perdido todo el revestimiento exterior que tenía, de modo que los bloques de piedra han quedado a la vista. Y si espectacular es por fuera, entrar en ella es algo sobrecogedor: la sensación de claustrofobia, la oscuridad, el olor, la estrechez de los pasillos que llevan hasta las tres cámaras… una vez dentro, son algunos los turistas que se salen porque no aguantan esa sensación de estar bajo tantas piedras, y mientras, los que quedamos, seguimos ascendiendo por la Gran Galería, un pasaje de 47 metros de largo y ocho de altura, pero de pocos metros de ancho, de tal modo que casi no se pueden abrir los brazos hacia los lados en su totalidad. Al final de esta Galería llegamos a una cámara rectangular de paredes y techos lisos: la Cámara del Rey, donde lo único que hay es un sarcófago. Cerca anda también la Cámara de la Reina, aproximadamente en el centro de la pirámide, y finalmente, accediendo a través de un, aún más estrecho pasillo descendente, hasta el punto de que hay que atravesarlo andando inclinado, llegamos a la Cámara del Caos.

La pirámide de Kefren
A la vista parece la más alta al haber sido construido sobre una porción de terreno que se encuentra a un nivel más elevado. Es, además, la única que mantiene su capa de revestimiento exterior. Interiormente es mucho más simple que la de Keops pues sólo consta de una cámara en la que inicialmente se encontró un sarcófago de granito negro. Sin embargo, cuenta también con un complejo funerario y una calzada con columnas que lo conduce directamente hasta la explanada en donde se encuentra la Esfinge. Está datada en el siglo XXVI a.C.

La pirámide de Micerinos
Es la más pequeña con sus 66 metros de altura. Su cámara funeraria encerraba un sarcófago de basalto adornado con un motivo que estaba muy en boga en el Antiguo Imperio Egipcio. Desgraciadamente, el buque que transportaba dicho sarcófago se hundió frente a las costas portuguesas cuando era trasladado a Inglaterra. Al lado de esta pirámide hay tres pirámides satélites, entre la que se cuenta la dedicada a la esposa del faraón Kharmer Nethi II.

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